Catequesis Parroquial
Tercer Nivel
Tema
XIII
La acción del Espíritu Santo en nuestras vidas
En los Hechos de los Apóstoles la acción del Espíritu Santo se describe a través de dos elementos: el viento y el fuego.
El Espíritu Santo como viento
El Espíritu santo se manifiesta como viento, es algo que no vemos pero sentimos. El viento puede sentirse como brisa suave o como viento impetuoso. El Espíritu Santo actúa como un viento suave que nos inspira a hacer el bien, a buscar de Dios y a ayudar al prójimo. ¿Cuántas veces hemos recibido esa inspiración que nos impulsa a cambiar de vida, o a brindarle nuestra ayuda al que lo necesita, o simplemente a dedicar más de nuestro tiempo para estar a solas con Dios en la oración? Pues, ese es el Espíritu Santo actuando en nuestras vidas.
A veces el Espíritu Santo actúa como “viento huracanado”. El Espíritu Santo “hace violencia” en nuestro interior para que nos arrepintamos de nuestros pecados, para que cambiemos de vida o para vencer nuestra comodidad y nos pongamos a difundir el mensaje cristiano.
El viento es algo que todos los seres humanos sentimos de alguna manera u otra. Así, el Espíritu Santo se derrama en todos sin distinción de personas. Pero muchas veces, al igual que el viento, algunos se dan cuenta del viento; otros, simplemente, se olvidan de que existe.
Para los navegantes, el viento es quien empuja la barca para llegar a puerto. Así, el Espíritu Santo, por medio de misteriosos caminos, nos va llevando poco a poco a la casa de Nuestro Padre Dios. Los acontecimientos de nuestra vida van siendo empujados por su influjo.
También, el viento para los navegantes, es un viento en contra que impide ir por donde queremos ir. ¿Cuántas veces vemos que se nos cierran puertas, o suceden situaciones que nos impiden realizar nuestros sueños y nuestras metas, para darnos cuenta más tarde, que por ese camino no era que Dios quería que siguiéramos? En su gran sabiduría, Dios tiene preparado cosas mejores.
El Espíritu Santo como fuego
El fuego se usa para calentar. Así, el Espíritu Santo calienta nuestro corazón, al darnos paz, al sentir el amor de Dios en nuestras almas. A veces el amor es como el fuego que devora, que calienta el alma fría y sin sentido.
El fuego da luz, cuando al profundizar en el conocimiento de Dios, los misterios divinos se nos hacen fáciles a nuestra inteligencia. Muchas veces tenemos la sensación de haber descubierto la grandeza de la fé, de la esperanza en Dios, del amor de Dios. Una simple canción, algo que leemos, o la grandeza de la creación ilumina nuestro entendimiento para darnos cuenta cuán cerca está Dios.
El fuego también sirve para purificar. El oro se pone al fuego para poder sacar todas las impurezas del metal, y dejar solamente el oro puro. Así, el Espíritu Santo es quien nos purifica. Él nos limpia de nuestros pecados cuando acudimos al sacramento de la confesión. Es quien nos da las fuerzas necesarias para erradicar de raíz todas aquellas imperfecciones y tendencias desordenadas en nuestra alma. Es quien combate en nuestro interior contra las tentaciones que se nos presentan.
El Espíritu Santo actúa en nosotros. Nos acerca a la casa del Padre. Su actuación es interna, en nuestro corazón y en nuestra alma; así como externa, en los acontecimientos que se nos presentan. Nuestra actitud, ante Él es debe ser de docilidad, sin embargo, el respeta nuestra libertad, que el mismo nos dió. Docilidad para dejarnos guiar y para dejarnos purificar. En esta medida nos acercaremos más a nuestra santidad.
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